La primera incursión como guionista y directora de la actriz Romola Garai lleva como título ‘Amulet’. Se configura como una cinta de terror, donde los elementos asfixiantes y atmosféricos están muy logrados. El gran problema de la película radica en su ritmo. Durante la primera hora de metraje ocurren pocas cosas, me invade el estupor y lo soporífero se adueña de la narración. Es como contemplar un documental de la 2, tumbado en el sofá tras haber degustado una copiosa comida.
Garai impone una estética minuciosa en el detalle, jugando con planos y encuadres en un despliegue técnico de innegable calidad. Las escenas andan marcadas por una quietud estirada en el tiempo al máximo, en un notable ejercicio visual que no tiene la contrapartida de la acción, ni de un guion que lo secunde. Un bello envoltorio que esconde bajo sus múltiples capas, lo exiguo como premio.
La película se define en su último tercio
Alec Secareanu da vida a un hombre que huye de la guerra. No se ha desempeñado en el frente. Custodiaba uno de esos siniestros puestos de control, que tan difícil hacen la vida a los civiles. Convertido en refugiado, una religiosa (Imelda Staunton) le va a proporcionar cobijo en una casa ávida de reformas. Allí va a convivir con una joven (Carla Juri) y su madre gravemente enferma, aquejada de crónicos dolores.
‘Amulet’ socava el estado psicológico del protagonista por dos vías: los recuerdos de aquellos tiempos de armas, en forma de sucesivos flashbacks; y la atracción física que siente sobre su compañera, atrapada por una madre requerida de continuas atenciones. En su tercio final la cinta, sin desviarse un ápice de los recursos típicos del género, se esfuerza por esclarecer el entramado. Una apelación feminista en forma de vendetta que quizá llega demasiado tarde.
Nuestra valoración