‘After the Wedding’, última película del neoyorquino Bart Freundlich, es un remake de la cinta danesa ‘Después de la boda’ de 2006. Tiene todos los vicios y taras de la obra original, pero a diferencia de aquella, en la que el atractivo y personalidad del gran Mads Mikkelsen elevaba el nivel del conjunto, aquí ni Julianne Moore ni Michelle Williams ofrecen la mejor versión de sí mismas. Sin duda una obra menor en sus dilatadas filmografías.
Una cooperante viaja a Nueva York en busca de recursos
Isabel (Michelle Williams), trabaja como cooperante en la India. Dirige un orfanato al que ahoga la carestía. En busca de recursos, de dinero para financiar su obra benéfica, se embarca rumbo a Nueva York para entrevistarse personalmente con Theresa (Julianne Moore), multimillonaria forjada a sí misma. Lo que en principio no pasaba de un viaje de ida y vuelta, una gestión ordinaria para satisfacer a su acaudalada benefactora, adquiere un cariz muy diferente cuando conozca a su familia.
No deja de sorprender cómo se canaliza la ayuda desde el primer al tercer mundo. No cabe otra que la negociación, el acuerdo, los tiras y aflojas, una cosa acá y otra allá. Es probable que no haya más remedio, que sea inevitable. Pero impone ver cómo una cooperante habla de sus muchos proyectos, poniendo números a la miseria, mientras que su interlocutora despacha el asunto con frialdad burocrática.
Hay exceso de sentimentalismo
‘After the Wedding’ se mueve al ritmo marcado por un guion con pronunciada querencia por el pastiche. Por una suerte de entramado de tintes folletinescos, en el que la cinta se embarra. Freundlich quiere contar muchas cosas: la maternidad, el compromiso, la enfermedad, mirar con un ojo a la muerte y con el otro a los tuyos (preguntándote ¿qué será de ellos?). Conformando temáticas de enorme atractivo, el problema radica en contarlos desde la sobreexcitación, con el atropello como pulso narrativo.
Acaba articulándose un melodrama que somete a sus personajes a la tortura de las emociones efectistas. Un serial de sensaciones que me deja frío, y que en buena medida el reparto es incapaz de digerir. Alterna momentos de lucidez con otros de exasperante simplicidad, para desembocar en un desenlace amable.