La segunda colaboración como directores de Jeremy Gardner y Christian Stella lleva como título ‘After Midnight’. El propio Gardner protagoniza la película encarnando a Hank, un sujeto típico de la América rural. Gran amante de la caza, regenta un bar de pueblo y vive en una apartada casa, rodeada de vegetación. La película comienza con este hombre llevando a Abby (Bea Grant) a este solitario lugar para celebrar su cumpleaños.
Un abandono desata los acontecimientos
En una de las escenas, con el zumbido de una radio de fondo, el protagonista diserta sobre el eco de la creación. Ese ruido tan molesto que se escucha cuando un aparato electrónico está desintonizado, vestigio último del big bang. Instante en qué comenzó todo. Curiosa forma de cortejo ésta. Pero todo en esta película resulta extraño, confuso. Una pequeña impostura en tiempos de correcciones, de propuestas acomodaticias, cortadas en su mayoría por el mismo patrón. Donde la asunción de riesgos resulta penalizada.
Para este lugareño su estabilidad interior parece empezar y finalizar con su compañera. Cuando tras diez años de relación ésta desaparece dejando una escueta nota pegada en el frigorífico, su estado anímico encuentra la incertidumbre. Y surge el monstruo. Una extraña criatura que por las noches araña la puerta de la casa, hace ruidos ininteligibles para mayor rayadura mental de su huraño morador.
No es una película de monstruos
Aquél aficionado al cine fantástico, a la ciencia ficción más ortodoxa, con sus seres de diseño por ordenador y las consiguientes escenas de acción, se darán de bruces si se dejan llevar por el cartel promocional de ‘After Midnight’. Monstruo haberlo haylo, pero como alegoría. Entendido como lastre, una pesada losa consecuencia de un rumbo vital errático. Porque la cinta muestra la pesadumbre ante la ruptura sentimental, la ausencia de expectativas y la rutina como forma de vida. Todo en una atmósfera agobiante, que invita poco a la reflexión.
Llegado el clímax, el rumbo tomado por el guion es gratuito y un tanto superficial. Un toque de genialidad que bordea el absurdo. Un tipo raro con talento, este Jeremy Gardner.