El pasado 24 de marzo llegó a nuestras salas ‘John Wick 4’. Último (o no) disparo del incombustible e indestructible sicario. Cinta nuevamente firmada por Chad Stahelski, y liderada por Keanu Reeves, en la que a los ya clásicos de la saga Ian McShane, Laurence Fishburne y Lance Reddick se les unen nombres como los de Donnie Yen, Bill Skarsgård, Rina Sawayama, Hiroyuki Sanada o Scott Adkins. Sin olvidar mencionar la cuota española, formada por Natalia Tena delante de la cámara, y Paco Delgado detrás diseñando el vestuario.
Más allá de analizar al detalle esta cuarta entrega, algo que está ya de más teniendo en cuenta que lo dicho de la anterior vale para esta y valdrá para la próxima. O de preguntar, sin ningún tipo de acritud: ¿Cuándo empieza la campaña para reclamar la imperiosa presencia de Keanu Reeves en la categoría de mejor actor en la 96 edición de los Oscar? Hemos preferido darle un repaso a las cuatro entregas de ‘John Wick’. Y lo vamos a hacer ateniéndonos exclusivamente a sus soberbias set-pieces de acción. Gran baluarte de la saga.
Por ello, vamos con las cinco mejores set-pieces de acción de la saga ‘John Wick’.
Numero cinco: batalla en Casablanca en ‘John Wick 3: Parabellum’ (2019)
Tras lograr un salvoconducto de la Ruska Roma para huir del polvorín en que se habían convertido las calles de Nueva York, el bueno de John Wick llegó a Casablanca. Pero, como era de esperar, encontró una pugna aún mayor.
Su esperanza allí era Sofia. Directora del Continental local, y vieja amiga. Esta, interpretada por Halle Berry, había contraído un pacto de sangre con Mr. Wick. Y qué mejor ocasión que esta para poner a cero el contador de favores.
Toda la secuencia de ‘John Wick 3: Parabellum’ acaecida en la ciudad Marroquí es una auténtica salvajada. A la que incluso se le unen, como para rizar el rizo, un par de eficientes pastores alemanes, en plan roba escenas. Un hecho que aumenta aún más si cabe el calibre de una escaramuza de alto voltaje que no podía faltar aquí.
Número cuatro: clímax final de ‘John Wick: Pacto de sangre’ en el museo de arte.
Tras liarla parda en Roma, liquidando por encargo de su hermano, Santino D´Antonio, a su hermana Gianna, una integrante de la Alta Mesa, John Wick vuelve a la ciudad que nunca duerme para saldar cuentas con un Santino que no tenía intención de dejar cabos sueltos que le relacionaran con tan feo crimen. Allí, y en el propio museo de arte del camorrista, acontece una de las más bellas y estilizadas luchas de Mr. Wick. Brutal juego de espejos incluido.
Chad Stahelski empezó a ser autoconsciente de la rotunda bomba de relojería que tenía entre manos en ‘John Wick: Pacto de sangre’, y todo el tercer acto de esta segunda entrega así lo confirma. Y es que algo que es puro arte no podía terminar en un sitio que no fuera un museo.
Número tres: concatenación biblioteca/tienda de armas al inicio de ‘John Wick 3: Parabellum’.
La saga ‘John Wick’ nunca le ha hecho ascos a meter un buen clímax en cualquier momento del metraje. Y para muestra un botón: todo el segmento inicial de ‘John Wick 3: Parabellum’, con Wick encontrando un enemigo en cada recodo, es una sonora burrada.
Particularmente hay dos estaciones de todo ese inicio que son flipantes. La primera acontece en una biblioteca, con Mr. Wick convirtiendo el running gag del lapicero en Caperucita Roja al lado de esa hazaña que es liquidar a un armario de tres puertas con un libro. De tapa dura, sí. Pero libro al fin y al cabo. Y no teniendo suficiente con eso, Baba Yaga decide seguir la fiesta en una tienda de armas antiguas cercana. Una lucha que nos enamora, y de las más descarnadas de la saga.
Número dos: el segmento parisino de ‘John Wick 4’
Cada nueva entrega de la saga ‘John Wick’ siempre ha sido una subida de listón en lo que a espectáculo visual se refiere, y ‘John Wick 4’ no ha faltado a su cita.
Dentro del porrón de secuencias de acción chulas que tiene el film, destaca sobremanera todo ese tercer acto que sucede en las calles de París. Empezando en el Arco del Triunfo y acabando con un apoteósico duelo en las afueras de la Basílica de Montmartre, pasando entre medias por una lucha en unas eternas escaleras que es puro slapstick o un asalto a una vivienda en continuo plano cenital, esa más de media hora final de disparos, patadas, golpes, caídas y atropellos es una asombrosa delicia para ver en bucle.
Cualquier saga de acción reciente, de esas en las que prima el espectáculo visual por encima del resto, queda en la más absoluta nadería en comparación con una set-piece que es morrocotuda. Hubiera sido la número uno de esta lista si no fuera porque nuestro corazón le pertenece a otra.
Número uno: asalto al Red Circle, y posterior huida, en ‘John Wick: Otro día para matar’
Con el paso del tiempo, prácticamente una década ya, y la llegada de secuelas y más secuelas excelentes, aunque indistinguibles las unas de las otras, en la cifra de tres andamos ya, ‘John Wick (Otro día para matar)’ ha ido encontrando un huequito muy especial en mi corazón.
A ver, una alucinante y alucinada delicatessen como todo el segmento en el Red Circle, al más puro estilo ‘Suspiria’ (1977) de Dario Argento con Keanu Reeves emulando a Jessica Harper, ya debería haber merecido tal honor. John Wick persiguiendo al botarate malcriado que tuvo la brillante idea de robarle el coche y matar a su perro, en una inmensa discoteca prácticamente salida de un giallo de Argento, es algo insuperable.
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