‘Unorthodox’, miniserie de cuatro capítulos producida por Netflix, refleja que el fenómeno de las creencias y la fe continúa siendo una mina para el séptimo arte. Todos tenemos en la retina alguna superproducción con trasfondo religioso detrás. Las valoro, aunque no llego a implicarme en ellas. Quizá sea el escepticismo del agnóstico, o las rarezas de un humilde observador. He preferido aquellas películas que ahondan en la importancia de su presencia en la esfera pública y privada, analizando la impronta que ejerce sobre el colectivo.
Sin remontarnos muy atrás en el tiempo, películas como ‘Paradise Now’ de Hany Abu-Assad y ‘El joven Admed’ de los hermanos Dardenne, desde ópticas diferentes sobrecogen al mostrar lo escalofriante del fanatismo islámico. ‘Corpus Christi’, nominada al Oscar (si la pandemia lo permite se estrenará el 30 de Abril), se adentra en cómo el catolicismo arraiga en lo social y cultural de un país, hasta convertirse en algo institucional. Por el lado protestante me impactó el debutante Daniel Kokotajlo con ‘Apostasy’, crudo retrato surgido al confrontar razón y dogma.
Un mundo anclado en el pasado
‘Unorthodox’ arranca con una joven, Shira Haas, huyendo de Nueva York. Ciudad cosmopolita por excelencia, sus entrañas aún albergan comunidades cerradas. Una judía ultra ortodoxa parte a Berlín huyendo de su entorno. Ese que le obliga a ser madre, atender a un esposo de encargo, renunciar a cualquier acto social fuera de la comunidad, recibir clases de piano a escondidas. La serie (basada en la novela autobiográfica de Deborah Feldman) sabe a testamento vital. Con reiterados flashbacks como técnica, dibuja una cotidianeidad fosilizada, un ambiente caduco y tosco que concibe la feminidad en términos pecaminosos. Shira Haas acierta con el tono aportado a un personaje complejo. Se empatiza de inmediato con su indefensión y ausencia de recursos (el económico resulta secundario) para enfrentarse al mundo real.
‘Unorthodox’ exhibe un radicalismo diferente al del resto de creencias monoteístas. La imposición es hacia dentro. Las disputas se dirimen en casa y los gentiles juegan un papel marginal. Por ello, cuando su marido vaya en su búsqueda, la apelación al miedo, a la soledad y la marginación serán las armas usadas para que se retracte. Siempre el dichoso miedo. Con algunas imágenes poderosas (el plano cenital de la protagonista bañándose sola en el lago, el primer plano en el que cantar sirve para soltar lastre) la serie hace una sutil oda a la libertad. Sin duda el mejor antídoto hacia el temor y el miedo sectario.