De vez en cuando, perdidos en los inmensos catálogos de las plataformas de streaming, aterrizan productos que pasan en gran medida desapercibidos. Humildes joyas de directores poco conocidos, con actores fuera de los circuitos comerciales, rodados con un estilo en muchas ocasiones austero, alejado del glamour estandarizado que últimamente está de moda, pero que cuentan historias complejas, atrayentes. Sortean una mediocridad al uso, que amenaza con uniformarlo todo. ‘The Sleepers’ es una de ellas. Producida por HBO y dirigida por Ivan Zachariás, es una miniserie de seis capítulos que se degusta en un tirón.
El atropello de la pareja protagonista, desata la trama
Habiendo huido de Checoslovaquia doce años atrás, el matrimonio formado por Marie (Tatiana Pauhofóva) y Viktor (Martin Mysicka) regresa a Praga a finales de 1989, cuando el telón de acero está a punto de desmoronarse. Tras un atropello, Marie despierta en un hospital y no hay rastro de su marido. Su búsqueda se convierte en una obsesión, y no sólo para ella. Servicios secretos de diversos países van tras su pista.
‘The Seleepers’ es una cinta de espías absorbente. Presenta una urbe deliberadamente sucia, deprimente, sombría. Con personajes que mudan el miedo a un régimen que languidece, en abulia y escepticismo ante lo que deparará el futuro. Un cansancio anímico que deja poca esperanza en el mañana. Ivan Zachariás inspira un drama crepuscular, retratando los últimos coletazos de un sistema putrefacto, que se nutre de secretos, traiciones y la policía política como un elemento más del sórdido paisaje.
‘The Sleepers’ deja importantes reflexiones en el camino
La trama tiene vocación folletinesca, con personajes complicados. Las múltiples aristas que atesoran no dejan visualizar sus motivaciones con nitidez hasta el último capítulo. Se desprende cierta dosis de amargura frente al engaño, al trabajo del espía doble que ejecuta su cometido despojado ya de cualquier consideración ideológica. Y sólo hace lo que sabe, agarrado a una forma de vida de la que es rehén, con el tormento como implacable acompañante.
Si de un barco a la deriva las ratas son las primeras desertoras, lo mismo puede inferirse de una situación política en tránsito a otra. También tiene sus ratas. En forma de sujetos acostumbrados a las cloacas, que, en un ejercicio de funambulismo, son los primeros en abrazar los nuevos tiempos. Y ellos siguen haciendo lo mismo. El actual inquilino del Kremlin no puede ser mejor ejemplo.