El planteamiento inicial de ‘Recursos inhumanos’, miniserie de seis capítulos estrenada en Netflix, resulta impactante. Bebiendo del cine social más comprometido, aglutina denuncia, thriller y drama judicial en una narración heterodoxa, pero capaz de ganarse la atención del espectador. La dirige el libanés Ziad Doueiri, experimentado en contar ese tipo de historias que dejan poso, llamando a la reflexión: ‘El insulto’ (2017), ‘El atentado’ (2012).
Presenta a Alain Delambre (Eric Cantona), un parado de larga duración a quien la edad ha dejado fuera del mercado laboral. Se desempeña en esa suerte de precariedad reservada a los cincuentones, con la autoestima por los suelos y una relación familiar que se resiente ante un panorama sombrío, sin nada en el horizonte. Una oportunidad laboral va a despertar en este hombre la ilusión, un acicate para sentirse vivo, útil. La caracterización reservada al protagonista le viene a Cantona como anillo al dedo. De carácter volcánico, impredecible, liante, agresivo, a ratos insoportable, parece la traslación a la pantalla de aquél futbolista de los noventa de avasallante e inclasificable personalidad.
Notable trabajo. Apela a la reflexión
‘Recursos inhumanos’ explota y juega con una idea central: el peso de la opinión pública en el mundo de hoy. La gestión y control de la misma lleva a un ejecutivo sin escrúpulos a proponer un método radical para comprobar quién de sus empleados está mejor preparado para despedir a miles de personas. La estancia en prisión del protagonista y el mediático juicio consiguiente, sirve a Doueiri para exponer cómo el control de daños se impone como mal menor.
La serie abre en canal espacios para el debate mediante un ritmo implacable, llevando conductas personales al límite. Una diatriba ácida hacia el sistema neoliberal que nos ha tocado vivir. Con un toque de cinismo muy pertinente, expone una visión para nada complaciente del ser humano. Porque a la hora de la verdad ese sistema acaba siempre ganando. La cuestión es subirse al carro, no quedarse atrás, formar parte del mismo. De combatirlo ya ni hablamos.
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