‘Buscando a Alaska’, miniserie de ocho episodios que emite HBO, adapta la novela del mismo título de John Green. Sin haberla leído, los premios recibidos y la buena acogida que tuvo entre el público, convirtiéndose en un bestseller, hizo que me acercara a la propuesta creada por el director Josh Schwartz.
Estamos ante una historia de adolescentes en pleno tránsito a la etapa adulta, interesados en la literatura, con aspiraciones vitales que acarician un romanticismo un tanto desnortado. En el retrato de los personajes principales hay una búsqueda de la idealización de las cosas. »Busco mi quizás», afirma uno de ellos cuando decide que quiere estudiar en un elitista instituto. Y aunque la serie pretende crear una latente tensión entre estratos sociales diferentes, en su exposición de ideas y en los diálogos, las motivaciones que las originan parecen surgidas de gentes privilegiadas. Que se pueden permitir ciertas disertaciones y licencias al tener cubiertas otras necesidades más apremiantes.
La serie se hace larga. No da para ocho episodios
‘Buscando a Alaska’ se alarga en demasía. No hay sustancia para casi ocho horas de serie. El agotamiento llega más pronto que tarde. Quizá por ello, en sus primeros episodios, la serie viene articulada a partir de una sucesión descarada de los estereotipos más rancios dentro del subgénero de colegios mayores e institutos.
Amistades rocosas alternan con odios africanos. Bromas de escaso gusto alimentan rivalidades de corte infantil, en un contexto que invita justo a lo contrario. Códigos de honor no escritos, profesores sacados de un tebeo y algunos alumnos de actitudes histriónicas, conviven para suscitar la risa involuntaria.
Kristine Froseth es Alaska Young
Miles (Charlie Plummer), llega a un instituto donde pronto entablará amistad con un grupo de compañeros, entre los que se encuentra Alaska (Kristine Froseth). Sobre el magnetismo y carisma que despierta la sobria elegancia gestual de Kristine Froseth, descansa un drama con escasa enjundia.
La trama gana interés en los dos últimos capítulos. Ahí se aprecia lo más interesante de una obra que, pese a un guión que quiere explotar los sentimientos de manera abrasiva, me termina dejando frío.