Creo que siempre fui un niño rarito. Hablaba a mis padres de personas que no existían o de conversaciones que había tenido con gente que ya no estaba entre nosotros. Recogía piedras del camino y colmaba mis bolsillos con ellas sin ningún motivo. Tuve un caracol de mascota. A mi madre le relataba aventuras que habían tenido lugar todavía en su útero, y de los amigos (con sus nombres y todo) que allí dentro había dejado antes de que me diese a luz. No me gustaba Doraemon, Shin-Chan o Dragon Ball como a todos, disfrutaba con VHS de El Gordo y el Flaco y El Equipo A. Ya está bien de ejemplos.
Os regalo una canción que habla del clásico momento en que buscas desesperadamente ese puerto de abrigo que parece no llegar nunca, que parece no existir. Cuando haber sido un niño rarito es un hecho ficticio. O eso sientes. O qué se yo. Los adultos lo llamaban antes “angustia existencial”. Yo lo he llamado “La Tempestad”. No es tan triste como parece, ya verás, escúchala. Y deseo que te guste. ¿La compartes?
¡Feliz miércoles!