Dos excelentes propuestas de género, directamente salidas del horno del pasado Festival de Sitges, han aterrizado en nuestras vidas. Psicópatas y zombies campan a sus anchas tanto en ‘Honeydew’ como en ‘Península’ respectivamente, para deleite del devoto más extremo.
Por ello desde Rock and Films hemos querido recuperar una fecunda costumbre nunca lo suficientemente aprovechada. Nos volvemos a marcar un 2×1, cual suculenta oferta de centro comercial. Un pack indivisible de reviews que hará las delicias de ese lector con hambre de buen cine de terror.
Crítica de ‘Honeydew’ (2020). Disfuncional familia de acogida en busca prole
Tras su paso por el último Festival de Sitges, la cartelera norteamericana le abrió los brazos, el pasado 12 de marzo, a una disfuncional familia de acogida en busca de prole. Hablamos de ‘Honeydew’, ópera prima del realizador y hombre orquesta que lo mismo escribe, produce, fotografía o edita, Devereux Milburn.
Una muy interesante propuesta, de buen mal poso, a modo de perversión del clásico «Hansel y Gretel» de los hermanos Grimm. Aprende, Oz Perkins. Todo ello con ecos a ese cine de horror rural que enfrenta lo cosmopolita a lo agreste de manera entre terrorífica y marciana. Un poco en la mejor tradición de obras como ‘La matanza de Texas’ (Tobe Hooper, 1974) o ‘La casa de los 1000 cadáveres’ (Rob Zombie, 2003). Una fórmula muy trillada, justo es reconocerlo, pero a la que Milburn logra sobrevivir.
Senderistas abandonados a su suerte
En ‘Honeydew’ Sam y Rylie son una joven pareja de senderistas sobre cuatro ruedas que circula por carreteras de la América profunda. Él es un aspirante a actor, y ella una botánica. Tras ser abandonados vilmente por su GPS, deciden pasar la noche al raso en un campo cercano. Pero un tal Eulis, dueño de dichas tierras, aborda su tienda de campaña apremiándoles a poner pies en polvorosa.
Tras recoger bártulos descubren que la batería del coche se ha unido a la causa del GPS, dejándolos plantados en mitad de la nada. Por descontado la cobertura en tal paraje es inexistente, así que su única solución es aventurarse bosque a través en pos de ayuda. ¿Habrá por las cercanías algún lugareño algo más receptivo que Eulis que les pueda prestar un teléfono?…
[anuncio_b30 id=3]La primera casa con la que se topan es la de Karen, una peculiar anciana que vive con su aún más peculiar hijo, Gunni. ¿Serán siquiera capaces de imaginar Sam y Rylie el turbio fin que se esconde detrás de la opulenta generosidad de Karen?…
Con esos mimbres, de sobras conocidos por el más acérrimo del género, desarrolla Devereux Milburn ‘Honeydew’. Una grata e inesperada sorpresa, aún pendiente de estreno en España, que no te podrás quitar de encima ni con lejía.
Apostándolo todo a la atmosfera
La cinta, más inclinada a crear una viciada, incestuosa y opresiva atmosfera de tensión y mal rollo, antes que a ser un contundente cartucho explosivo de sangre y vísceras, entronca directamente con ese cine de disfuncionales familias de psicópatas que se las harán pasar canutas a distraídos jovenzuelos perdidos, física y mentalmente, en la América más insondable y olvidada.
[anuncio_b30 id=3]A tal efecto podría decirse que ‘Honeydew’ marcha de más a menos, gozando aún así ese menos de un nivel provechoso. Toda la primera mitad de metraje —el más— es un portento de malvado desasosiego aderezado con lisérgicas pesadillas a lo ‘La semilla del diablo’ (Roman Polanski, 1968). Luego, toda vez que las cartas son puestas sobre la mesa, y aunque la tensión siga funcionando, es inevitable sufrir un leve bajón. Ese menos del que antes hablaba.
Los vicios de Devereux Milburn
En la dirección Devereux Milburn tiene, en ocasiones, pequeños arrebatos de cineasta moderno que, a la postre, no le benefician mucho a la propuesta. Por ejemplo, gratuitos y fáciles recursos de montaje que no aportan absolutamente nada. Véase la dichosa pantalla partida.
Algo que se junta, de manera harto peligrosa en los primeros minutos de metraje, a un inefectivo collage de oníricas imágenes sacadas completamente de contexto. Ahí es probable que a más de uno le den ganas de salir pitando, yo mismo estuve a punto. Pero si aguantan el tirón verán que ‘Honeydew’ no es la vanidosa mamarrachada que aparenta en sus primeros minutos.
[anuncio_b30 id=3]Un film sacado adelante por el cineasta con un equipo técnico mínimo y con un presupuesto ínfimo; y que delante de la cámara, entre otros, luce el rostro de Sawyer Spielberg en su puesta de largo como protagonista, y casi que como actor. Espero no tener que mencionar a que iconoclasta prole, esta vez no de psicópatas, pertenece el muchacho.
Nuestra valoración
Tráiler de ‘Honeydew’
Crítica de ‘Península’ (2020). Pequeño golpe en la infestada Corea
Infinitos retrasos más tarde, fruto de la pandemia, y bajo el sello del nonato Festival de Cannes 2020, llegó el pasado 23 de marzo a nuestras salas ‘Península’. Donde sí pudo lucir palmito esta esperadísima e imprevisible secuela de la excelsa ‘Train to Busan’ (2016) que nos maravillara hace casi un lustro, fue en Sitges. Yeon Sang-ho vuelve a ponerse a los mandos de una buena continuación, aun no llegando nunca al soberbio nivel de su predecesora, con inclinación por tocar teclas diferentes. Algo que ha cabreado a un acomodado fan que esperaba más de lo mismo.
[anuncio_b30 id=3]Algo peor que los muertos vivientes: el ser humano
Han pasado cuatro años desde lo acontecido en ‘Train to Busan’, y los zombies campan a sus anchas por la península de Corea. Los países vecinos acogen a los millones de refugiados que ha dejado el suceso, y es en Hong Kong donde se refugia Jung-seok, nuestro protagonista. Un ex-militar venido a menos tras un desafortunado incidente en un barco que acabará trabajando, cual mano de obra barata, para un mafioso local de medio pelo.
La misión que se le encomienda es regresar a la infestada Corea del Sur para recuperar un suculento botín. Veinte millones de dólares americanos residen abandonados en un furgón en mitad de una autopista. Además, la idea es ir rápido y de noche, justo cuando los zombies más vulnerables son.
[anuncio_b30 id=3]Allí que se presentan Jung-seok y un voluntarioso equipo de tres personas; pero, como habrán de imaginar, el plan se tuerce ligeramente. En la zona se toparán con algo peor que los zombies: la maldad del ser humano. Un grupo de militares crecidos que controla la zona con mano de hierro entrará en juego, así como la misteriosa Min-jung. Una mujer que, junto a sus dos hijas y el abuelo de ambas, espera con ansia esa mínima oportunidad que le permita huir del infierno.
Colleja a las expectativas
Ya desde que se anunció ‘Península’ las expectativas del devoto se colocaron por las nubes. Craso error. Eran unas expectativas irrealizables, y todos lo sabíamos aunque prefiriésemos silbar alegremente y mirar para otro lado.
Intuyo que el propio Yeon Sang-ho estaba al tanto del asunto y por ello decidió jugar con ellas, al tiempo que con nosotros, en unos primeros minutos de metraje a modo de secuela calcada de ‘Train to Busan’. Solo que ahora, en vez de en un tren, la frenética acción parecía desarrollarse en un barco. Ship to Busan, podría haberse llamado. Qué gran golpe del cineasta. Golpe de genio.
[anuncio_b30 id=3]Pero tras cinco minutos el cineasta surcoreano rompe el esquema que hubiera querido el fan, dándole una colleja tanto a él como a las dichosas expectativas, para arribar en lo que realmente es la obra. Un thriller de acción aderezado con violentos e insaciables muertos vivientes, y con mensaje político en época de refugiados.
Irregular y melodramática, pero provechosa
Toda vez roto el esquema, y dado esquinazo ya a un espectador medio que afila el cuchillo, Yeon Sang-ho desarrolla una seguramente irregular película, fruto de estirar demasiado una historia que no daba para tanto, aunque provechosa. Una vistosa secuela condenada por la mayoría solo ya por no ser como su predecesora. Algo que seguramente les afea más a ellos que al film.
[anuncio_b30 id=3]En su momento se usó mucho, como alabanza, referirse a ‘Train to Busan’ como la ‘Guerra Mundial Z’ (Marc Forster, 2013) coreana. Y ahora que el director la versiona sin miramientos, la gente defenestra el resultado. Una secuela casi más apócrifa que oficial de la obra de 2016 que se atreve incluso a transitar sin pudor en su tercer acto por la saga ‘Mad Max’.
Un Yeon Sang-ho al que, si se me permite la licencia, lo único que le condena es su excesiva inclinación por el melodramatismo.
Nuestra valoración