‘Una bonita mañana’, último largometraje de la actriz y directora francesa Mia Hansen-Løve, es un portento en el retrato de la cotidianiedad. Esas acciones rutinarias que nos acompañan en nuestro quehacer diario y que adquieren en sus manos enorme autenticidad. Todo fluye de manera natural, nada me resulta impostado, tedioso o aburrido. Su cine es a la búsqueda de la felicidad lo que la familia simboliza para las películas de Hirokazu Koreeda. Algo recurrente en una filmografía prolija en el escrutinio del destino y el desamor.
»Estoy harta de ser tu amante», expeta el personaje interpretado por Léa Seydoux al hombre (Melvil Poupaud) con el que comparte pasión y sexo. Palabras que reflejan la hastía por ser la otra. Le sabe a poco. Trabaja como traductora, es viuda y tiene una hija de ocho años. También un padre aquejado de una enfermedad neurodegenerativa que lo obliga a pasar el resto de sus días en una residencia de ancianos. Lo visita, acompaña y vive con amargura el estado de dependencia en que queda postrado.
Tremenda interpretación de Léa Seydoux
Léa Seydoux acapara la pantalla. Enorme despliegue interpretativo. Su mejor trabajo desde que firmara junto a Adèle Exarchopoulos en ‘La vida de Adèle’ (2013), cinta de Abdellatif Kechiche galardonada con la Palma de Oro en Cannes, una de las escenas de sexo más sorprendentes en la historia del cine. Sus perennes ojeras son un editorial sobre su estado anímico. Frente al desamor, la soledad, el deseo, la enfermedad y sus terribles consecuencias.
Impactante la escena en la cuál no puede reprimir las lágrimas mientras unos monitores cantan junto a los ancianos que atienden. ‘Una bonita mañana’ se articula como una de esas películas en las que pasan muchas cosas, pese a su aparente ligereza. Se narran desde una óptica muy humana, con complejidad. Mostrando sensaciones agridulces que saben a verdad.
Nuestra valoración