Justo cuando prácticamente ya nadie en su sano juicio daría un duro por una secuela de ‘Top Gun (Ídolos del aire)’ (Tony Scott, 1986), y menos aún por una tardía, llega ‘Top Gun: Maverick’. Treinta y seis años más tarde el capitán Pete ‘Maverick’ Mitchell saca nuevamente del portaviones su nave de combate para cerrarles la boca. Tom Cruise y su equipo vuelan alto armando una secuela bigger than life que dejará ojipláticos tanto a los devotos de la cinta de finales de los ochenta como, sobre todo, a los más ajenos a aquel film. Esquina del cuadrilátero en la que desde ya me coloco.
Si hay un dato que refleja a las claras esa unanimidad de criterios que se ha dado con ‘Top Gun: Maverick’ entre el aficionado de a pie, ese blockbuster que incluso ha unido a crítica y público, es precisamente su taquilla norteamericana. Unos espectaculares 126 millones de dólares en su primer fin de semana avalan la cinta. 156 si incluimos el lunes, ya que en EEUU era festivo. En resumen: tercer mejor debut de 2022 y, lo que es aún más esclarecedor, mejor apertura histórica para una película de Tom Cruise.
El actor no quiere ni oír hablar de las plataformas de streaming, y el espectador ha respondido aupando en cines su último estreno.
De vuelta a Top Gun
Más de tres décadas han pasado ya desde que un jovencito Pete ‘Maverick’ Mitchell viviera un auténtico torbellino de emociones en una ya demasiado lejana edición de Top Gun, esa especie de talent militar para encontrar al mejor aviador de la armada norteamericana. Ahora vive esquivando los dos únicos destinos de todo militar en activo: la muerte o el ascenso de rango. El aparente objetivo que parece llevar tatuado a fuego en la piel es el de superar continuamente sus propios límites, físicos y mentales.
Esa continua búsqueda de retos de Maverick siempre acaba enfureciendo a algún superior. La última trastada del piloto acaba dando de pleno con sus huesos en una nueva edición de Top Gun. Aunque sus tiempos de alumno quedaron lejanos hace tiempo, su misión ahora será únicamente enseñar su sabiduría a una joven camada de futuros talentos. Un héroe analógico en plena era digital.
Entre ellos figura Bradley ‘Rooster’ Bradshaw, hijo del malogrado compañero y mejor amigo de Pete Mitchell en sus ya vetustos tiempos de aprendiz. Una relación que oculta debajo de la alfombra más rencillas de las que aparentan, y que no titubearan a la hora de salir a flote en el momento más inoportuno.
El séquito de Cruise
A partir de ahí, y ya desde antes, por que no reconocerlo ya que estamos sincerándonos, comienza un espectacular viaje lleno de emociones a flor de piel del primer al último minuto. ‘Top Gun: Maverick’ y su efectivísimo engranaje de reloj suizo está protagonizada por, entre otros: Tom Cruise, Miles Teller, Jennifer Connelly, Jon Hamm, Ed Harris y Val Kilmer. Un film dirigido por Joseph Kosinski, quien ya dirigiera a Cruise en ‘Oblivion’ (2013), y con Christopher McQuarrie entre otros en el guion, miembro ya habitual del séquito del actor tras estar al frente de las últimas entregas de ‘Misión: Imposible’ o ‘Jack Reacher’ (2012).
Como ya se ha comentado hace algunas líneas, no soy excesivamente fanático de ‘Top Gun (Ídolos del aire)’. Una película barra panfleto militar muy apegada a su tiempo que no despierta en mi ningún tipo de sentimiento demasiado alentador, más allá del de echar hora y media agradable de una tarde tonta. Con tamaño precedente, que una continuación logre tenerte emocionado, tenso, feliz o expectante durante dos horas, es un logro que deja en pañales a la decimonosecuantas Champions del Madrid.
Un buen plan de vuelo ya desde el guion
En todo momento creo que Tom Cruise y su equipo son conscientes, en ‘Top Gun: Maverick’, tanto de los lastres de su predecesora como de esas estaciones por las que había que volver a pasar sí o sí. Por ello, en términos prácticos, podríamos decir que esta secuela acaba siendo más una recuela en toda regla. Una además en la que el equipo de guionistas logra que todo lo que en la de Tony Scott sonaba a obligatorio recurso de guion metido con calzador ahora encaje de manera natural.
Sirva como ejemplo práctico el último acto, esa parte en la que dejamos atrás el concurso y pasamos a la acción bélica de verdad. De la teoría a la práctica. En la obra de 1986 sucedía todo ello porque tenía que suceder, y ya. Aquí en cambio se va cimentado ya desde el principio del film, haciendo que todo tenga verdadero sentido.
Y como ese hay varios ejemplos más dentro de una gran labor de guion que incluye arcos dramáticos muy bien construidos y mejor cerrados, o guiños a la obra original muy jugosos y sentidos.
Joseph Kosinski remata la faena
Y si el texto de ‘Top Gun: Maverick’ brilla, la realización de Joseph Kosinski no se queda atrás. El cineasta de Milwaukee logra que una película que, por temática, pudiera haber dejado fuera a gran parte del público, sobre todo en lo que concierne a la acción pura y dura, no deje a nadie por el camino. Cosa que en cierto sentido sí hacia ‘Top Gun (Ídolos del aire)’.
El Konsinski narrador visual brilla haciendo asequible eso que, técnicamente hablando, podría haber resultado bastante farragoso. Y es que el mundo de la aviación militar no es precisamente una cómoda cama elástica en la que poder brincar impunemente. El director logra que el espectador sepa en todo momento dónde está y lo que sucede, haciendo que el interés nunca decaiga.
Todo ello en una propuesta hecha para gozarse en una sala de cine, ese mágico reducto que tan fervientemente defiende Tom Cruise. Un amor reflejado por parte del aficionado en esa rotunda taquilla de ‘Top Gun: Maverick’ que ya hemos recalcado hace unos párrafos, y que engalana al actor como una de las más importantes estrellas hollywoodienses.
Nuestra valoración: