El director Gavin O’Connor proporciona a Ben Affleck la ocasión de mirarse al espejo con ‘The Way Back’, su último trabajo. Interpreta a un alcohólico. Todo el mundo en el celuloide conoce y está pendiente de su complicada relación con la bebida. Sus entradas y salidas de caros centros de rehabilitación tras otras tantas recaídas son portadas en los medios. Asumir un papel en semejantes circunstancias no está al alcance de cualquiera. ¿Provocación? ¿Apología del egocentrismo? ¿Extravagancia? ¿Genialidad? Sea como fuese, el caso es que Affleck se sabe en el punto de mira. Y en lo artístico no defrauda. En comedida interpretación, es la viva imagen de la desolación, del abatimiento. O’Connor impone un ritmo pausado mientras dibuja a un hombre torturado, con sufrimientos que amagan con provocar una explosión nunca materializada.
En efecto, Affleck da vida a un borracho. Un hombre que ha perdido a su mujer por la adicción y que mantiene a su hermana en vilo, mientras la siguiente metedura de pata se hace poco de esperar. Que bebe en soledad y en compañía, tras la barra de un bar o en el salón de casa, matando las horas del reloj hasta llegar a la cama como una cuba. Tampoco cambia esta rutina la llamada de su antiguo instituto para entrenar al equipo de baloncesto, del que antaño fuera una estrella. Nada sirve de aliciente.
La película gradúa las explicaciones
‘The Way Back’ sitúa a su protagonista en una pendiente autodestructiva a prueba de frenos. Un declive en lo personal cuyas razones O’Connor cocina a fuego lentísimo, entroncándolo con el sentimiento de pérdida. Esas cosas irreemplazables frente a lo cuál, todo lo demás sobra, sabe a vacío. Envolviendo este drama conmovedor, se abre paso el golpe efectista en forma de equipo perdedor encaramado al triunfo a base de trabajo, esfuerzo y una pizca de mala leche, al que se añade el talento del nuevo entrenador.
Un ambiente muy americano se adueña de la puesta en escena: cheerleaders, esforzados jugadores, animosa competitividad y gusto por ciertos ideales. Ahí la propuesta se torna convencional. La hemos visto hasta la extenuación. Me quedo con la parte íntima, personal, los pequeños detalles de una historia realista, con interesantes apuntes sociales.