Si en su anterior trabajo ‘El reverendo’ (2017), el guionista y director Paul Schrader penetraba cuan cuchillo en mantequilla para rebuscar en las partes más insondables del alma humana, sirviéndose de asuntos espinosos y de candente actualidad, su última película, ‘The Card Counter’, atesora idénticas virtudes. El sentimiento de culpa, la urgencia por el desquite, la vendetta y el peso de actos pasados se exhiben a través de una puesta en escena áspera e hipnótica, con la que el director recupera la crudeza en la exposición de antaño. También su brillantez.
Oscar Isaac se mete en la piel de un ex presidiario. Ha pasado ocho largos años a la sombra en una cárcel militar. Se dedica profesionalmente al póquer, intentando pasar inadvertido, alejado de los grandes circuitos, allí dónde el dinero mana a borbotones. Un recogimiento acorde a un carácter moldeado por vivencias terribles, de las que dejan cicatrices que no suturan. Su zona de relativo confort queda zarandeado cuando un joven (Tye Sheridan) requiere de su concurso para vengarse de un coronel del ejército americano.
Paul Schrader firma su cinta más redonda en años
‘The Card Counter’ toma el póquer como metáfora de poder, con riesgos, ganancias y penalizaciones, en las que sólo hay vencedores y derrotados. Todo o nada, sin clase media. Los protagonistas se mueven en ese ambiente de perdedores, ignorantes de unas cartas marcadas, con la suerte corriendo siempre en contra. Schrader narra con dureza, en un manejo magnético y acertadamente perturbador de las elipsis, secundadas por una banda sonora deliberadamente machacona.
La tortura y sus métodos reciclados; los abusos de la potencia ocupante; el trato a prisioneros; los títeres y los que mueven los hilos; víctimas y victimarios, conforman un armazón argumentativo que sigo con interés. El trasfondo de la historia ha ocupado portadas de rotativos, horas de televisión y tertulia. Schrader pone rostro humano a los daños colaterales que provoca, y te zarandea de la butaca.
Notable película de poso ético. También incómoda.
Nuestra valoración