En 2004 el australiano James Wan llevó a la gran pantalla un largometraje; ‘Saw’, basado en un corto rodado por él mismo el año anterior, que pronto adquirió aura de culto. Lo desinhibido del planteamiento, una contundencia que golpeaba sin piedad al desprevenido espectador y un desenlace sorprendente, tapaban lo que en términos estrictamente cinéfilos no dejaba de ser una mediocridad. A partir de ahí, sin el concurso de su creador, la idea derivó en una saga tan rentable en lo económico como despreciable en lo demás. Darren Lynn Bousman, responsable de tres sádicas y horrendas continuaciones, retoma en ‘Spiral: Saw’, lo que amenaza con reiniciar el engendro.
Para ello no titubea a la hora de manosear un cliché tras otro dentro del género policiaco: detective de métodos poco ortodoxos (Chris Rock); enfrentado a sus compañeros; de insoportable carácter; de difícil relación con su padre (Samuel L. Jackson), también agente; y al que se le adjudica un compañero novato (Max Minghella) muy a su pesar. Chris Rock, que anda justito de recursos dramáticos, interpreta a un detective enfrentado a un asesino en serie. Mata a policías y entabla un inclasificable juego con el protagonista, en el que da la impresión que las cartas están marcadas.
Una caricatura de trhiller
El pasado le golpea en forma de delación de compañeros corruptos, lo cuál derivará en un duro enfrentamiento con su padre, quien tiempo atrás ejercía como superior. ‘Spiral: Saw’ sigue la línea marcada por sus predecesoras sin salirse un ápice del guion. No aporta novedad alguna ni en lo estético ni en lo narrativo. Quizá porque vaya dirigida a un público adicto y convencido, desistiendo de atraer a nadie más. Invade la pantalla un espectáculo gore desagradable, repulsivo por su inclinación hacia la tortura del prójimo, infame por reiterativo.
Las inverosimilitudes de la trama dan vergüenza ajena, provocando la risa involuntaria. Una película indigna de las que recuerdas por su mal rollo, también por el concurso de actores de empaque, cuya presencia en el reparto sólo obedece a la vil pasta.
Nuestra valoración