Superado ya el subidón de la primera jornada de la quincuagésimo quinta edición del Festival de Sitges, toca afrontar con la misma ilusión la segunda. Y lo hacemos recuperando ‘Resurrection’. Un drama, barnizado de perturbadora cinta de terror psicológico, sobre heridas del pasado mal cicatrizadas que vuelven a abrirse justo cuando más desprevenidos estamos. Aunque a la postre hay otro tema que se rebela como esencial: la maternidad. Andrew Semans escribe y dirige un buen trabajo que habita en sección oficial a concurso, y que ya se pudo disfrutar el primer día de festival, en el que brilla con luz propia su dúo protagonista: Rebecca Hall y Tim Roth.
El pasado llama a la puerta
Podría decirse que Margaret atraviesa uno de los mejores momentos de su vida, si no el mejor. Tanto en lo personal como en lo profesional ha coronado una apacible cima de la que no piensa bajarse. Madre soltera desde hace mucho, esta ha criado lo mejor que ha sabido y podido a Abbie, una adolescente casi ya en vías de empezar la universidad. A ver, siempre hay tiranteces en este tipo de relaciones, pero aun así Margaret y Abbie se quieren y admiran más de lo que seguramente sean capaces de reflejar con palabras. En lo profesional tres cuartos de lo mismo, Margaret disfruta de una privilegiada posición en su empresa que la hace ser un ejemplo para el resto.
Pero todo cambia en apenas un instante. Un buen día, durante un simposio de su gremio, Margaret sufre un virulento ataque de ansiedad. El causante no es otro que un aparentemente anodino tipo también presente en el coloquio. Más tarde sabremos que este, de nombre David, forma parte del oscuro y turbio pasado de Margaret. Ese que nunca se ha atrevido a verbalizar ante otro que no sea su propio reflejo ante el espejo. Y es que a veces creemos que lo que no se menciona no existe, pero es simple y vulgar autoengaño.
Tras ese casual y fortuito encuentro se sucederán algunos más, en sitios tan inocentes como: una tienda de ropa, o un parque. El pasado de Margaret se ha vuelto a abrir, y la pus sale cada vez con mayor intensidad. Esta cree que la única manera de echarle llave al mal es enfrentarse de una vez por todas, cara a cara, con David. Pero eso será solamente el primer paso de la oscura vereda que está a punto de volver a recorrer nuestra protagonista. Un camino de violencia machista y subyugación marital que parecía enterrado, y que parece llegar para enturbiar la buena posición adquirida por esta durante las ultimas dos décadas.
Los dos monstruos de ‘Resurrection’
Vaya la verdad por delante: qué bien se le está dando últimamente lo de sufrir en la gran pantalla a Rebecca Hall. Hace apenas un año la veíamos pasar un verdadero mal rato en la estupenda, y también afiliada al género ‘The night house’ (David Bruckner, 2020), y ahora vuelve a encarnar un personaje de mimbres bastante parecidos en ‘Resurrection’. Mujeres solteras, por motivos muy distintos, pero solteras al fin y al cabo, que han de hacer frente a un oscuro pasado para poder pasar de casilla. Menudo díptico más provechoso ha quedado con ambas películas.
Tim Roth no se queda tampoco atrás interpretando al antagonista de ‘Resurrection’. El actor lo borda en un ambiguo papel que se va volviendo más y más arriesgado según avanza la trama. Desembocando en un sorprendente tercer acto de esos que no se pueden olvidar fácilmente.
La maternidad como enfermiza paranoia urbana
En cuanto a textura, el magnífico in crescendo de enfermiza paranoia urbana entorno a la maternidad que propone ‘Resurrection’ evoca bastante, salvando las obvias distancias, al de clásicos como ‘La semilla del diablo’ (Roman Polanski, 1968) o ‘El exorcista’ (William Friedkin, 1973). Dos obras, aunque sobre todo la primera, que en todo momento parecen habitar en el carnet de identidad de este segundo largometraje de Andrew Semans. Todo ello con una temática de fondo que ya triunfó el año pasado en este mismo escenario gracias a la islandesa ‘Lamb’ (Valdimar Jóhannsson, 2021).
De poco o nada vale toda una trayectoria sin mácula, en lo que a criar un hijo se refiere, cuando la sombra de nuestros miedos más arcaicos a tal respecto vuelve a erigirse fruto de inevitables fases de la vida. Miedos ya sean fundados o infundados, aunque en el caso de Margaret más lo primero. El polluelo ha de empezar a abandonar el nido, y esos traumas que creemos bajo tierra vuelven de la tumba para poner en tela de juicio el buen temple demostrado hasta entonces.
Todo lo anterior se refleja a la perfección gracias a una Rebecca Hall estupenda, desgarrador monólogo incluido. Pero también fruto de la gran labor de su partenaire femenina: Abbie. La jovencísima Grace Kaufman en ningún momento se amedrenta ante su soberbia compañera de plano, formando ambas un sólido tándem que se convierte en el alma de una sosegada cinta que solo se sale de su esquema en el tercio final de metraje.
No pienso negar que a la obra le habría venido de perlas salirse de su sobrio y solemne esquema más allá del tercio final. Ciertas derivas de la trama invitaban a ello. Y eso seguramente es lo que frena a ‘Resurrection’ a la hora de dar el salto para ser más que esa buena película que ya es.
Nuestra valoración: