A la larga lista de ignominias que el cine ha retratado acerca del régimen soviético, la mirada del experimentado director Andrei Konchalovsky de la llamada »masacre de Novocherkask» se añade como obra importante, grande. ‘Queridos camaradas’ aborda el asesinato de numerosos trabajadores a manos de la policía y agentes del KGB tras ponerse estos en huelga. Protestan por la subida de los precios de alimentos básicos, al tiempo que sus salarios andan a la baja.
En el edén de la clase obrera no hay lugar para el ejercicio de derecho tan fundamental, si eso contradice las directrices del partido. La ruina moral de un sistema implacable, con sus engaños revestidos de colosal propaganda caen cuan castillo de naipes ante los ojos de una dirigente del comité de dirección local (Yuliya Vysotskaya). Es una militante convencida. En público y en privado defiende con vehemencia las bondades del sistema en el que cree.
La película emana tristeza, desconcierto
La protesta ante la carestía de la vida se lleva por delante a muchos jóvenes. Entre ellos se encuentra la hija de la protagonista. Su desaparición, no saber si está con vida o ha caído víctima de la represión hará que emprenda una búsqueda contrarreloj. Rodada en blanco y negro, tal y como hiciera con ‘Paraíso’, la puesta en escena que dibuja Konchalovsky, a partir de tonalidades deliberadamente uniformes, realzan esa sensación de confusión y miedo que rodea a los personajes. ‘Queridos camaradas’ pone a Yuliya Vysotskaya frente a tesituras de calado.
La barbarie y sinrazón que presencia le provocan sentimientos encontrados: responsabilizar a las víctimas; añorar épocas pasadas; culpar a unos y no a otros, como si alguien en aquel entramado (salvo la gente de a pie) fuera inocente. Es el peso del adoctrinamiento, de no haber vivido otra cosa. Cantando canciones patrióticas en un coche mientras se bebe a morro una botella de vodka o abrazándose en la azotea a lo que más se quiere, son formas de exhibir el temor a la indigencia doctrinaria, el vértigo a un orden mental que se viene abajo. Y nos sitúa a todos frente al espejo. ¿Qué haríamos en su lugar? ¿Cómo sería nuestro proceder?
Tremendo.
Nuestra valoración