Sin desembarazarse de sus orígenes teatrales, ‘Oslo’, producción original de HBO, recrea los antecedentes que culminaron con una de esas fotos que marcaron época. Aquella imagen de Isaac Rabin y Yasir Arafat estrechando sus manos bajo el expectante escrutinio del presidente americano, abriendo un periodo de diálogo tras décadas de enfrentamiento, terrorismo, insurrección y guerra. Tiempo de esperanza del que parece separarnos un océano, habida cuenta de lo acontecido poco después.
Dirigida por el laureado director teatral Bartlett Sher, que debuta en el cine, no pretende hacer un análisis exhaustivo de las aristas e implicaciones de un conflicto que muchos analistas consideran irresoluble. Por ello, el armazón de la película anda un tanto esquelético, surfeando a duras penas por los clichés tantas veces repetidos en la prensa, sobre israelíes y palestinos. Pone su atención en las negociaciones emprendidas, donde los protagonistas van moviéndose sobre terrenos inexplorados, sintiendo el vértigo entre hacer historia o descender a los infiernos.
Película de sobrias formas y buenista en el fondo
Ruth Wilson y Andrew Scott encarnan a la pareja de diplomáticos noruegos que facilitaron el encuentro entre las partes. Se exalta su arrojo y determinación, jugándose literalmente el puesto. Con cierta dosis de idealismo a cuestas (aquel que únicamente puede aportar la distancia con el problema) van a crear un clima propicio para el encuentro. ‘Oslo’ se mueve en la sobriedad formal, con trasfondo buenista y unos actores que cumplen en el manejo de sus roles.
Como subtexto emerge la importancia de la interacción personal entre los negociadores. Que frente al abismo, cobra especial importancia eso denominado química. Ponerse en la piel del enemigo. Humanizar sus actitudes y comportamientos. Para echar a andar, aquellos acuerdos dejaron para más adelante la discusión sobre los aspectos de mayor dificultad. Patada a seguir en términos rugbísticos. Quizá, ahí radica el germen de su posterior fracaso.
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