La fusión de thriller policíaco con ingredientes esotéricos, apelando a fábulas y supercherías locales que empapan la prosa de Dolores Redondo, ha encontrado una digna adaptación cinematográfica. En ‘Ofrenda a la tormenta’, punto y final a la trilogía del Baztán, Fernando González Molina compone la más sazonada y enrevesada de las tres cintas. Atesora un manejo diestro de los elementos artísticos. Una densa guía para el amante cinéfilo con la que barnizar ciertas inconsistencias que afectan a la verosimilitud de la trama.
Habiendo conocido el éxito desde sus comienzos (‘Fuga de cerebros’, ‘Tres metros sobre el cielo’, ‘Tengo ganas de tí’, tan taquilleras como prescindibles), desde ‘Palmeras en la nieve’ parece encontrar el rumbo a una carrera que corría serio riesgo de deslizarse hacia historias destinadas al alivio del furor adolescente. Marta Etura encarna de nuevo a la inspectora Amaia Salazar. Una serie de rituales que tienen a recién nacidos como víctimas propiciatorias la pondrán de nuevo tras la pista de una pérfida secta.
Impresionante Marta Etura
‘Ofrenda a la tormenta’ crea un ambiente opresivo mientras la ansiedad de Salazar se esparce a través de las enigmáticas panorámicas del Valle de Baztán. Etura llena la pantalla en un despliegue interpretativo mayúsculo. Sabe transmitir el mal rollo inherente a quién se ve sobrepasado por los acontecimientos. A lo que se añaden unas relaciones familiares marcadas por la turbiedad, que apuntalan el suspense.
Le acompañan secundarios de empaque (todos magníficos), donde sobresale la consabida parquedad de Leonardo Sbaraglia en su rol de juez que bebe los vientos por la protagonista. González Molina impone una cadencia febril, por lo que pese a sus más de dos horas de metraje, la narración nunca pierde brío. Que el desenlace abuse de los giros de guion, abriendo las puertas a la arbitrariedad, quizá sea el peaje a pagar por una propuesta que casa muy bien la intriga con el entorno.
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