Un lustro después de que cierto invidente de rostro imperturbable y maneras asalvajadas jugara a su antojo con nuestra angustia en la soberbia ‘No respires’ (Fede Álvarez, 2016), el tipo está de vuelta. Y lo hace bajo la coletilla: Yo, por mi hija: MA – TO. Y luciendo además, ya sin pudor, el brazalete de capitán en ‘No respires 2’, inferior aunque igualmente estimulante secuela que aterrizó en nuestros cines el pasado 24 de septiembre.
Stephen Lang lidera, delante de la cámara, un film en el que detrás el uruguayo Fede Álvarez le cede el mando a su partenaire habitual en temas de guion Rodo Sayagues. Sam Raimi y su Ghost House Pictures vuelven a repetir en labores de producción plantando cara de manera muy firme a BlumHouse y demás compañías de similares características.
Norman Nordstrom y la cadete Phoenix
‘No respires 2’ nos sitúa ocho años más tarde de lo narrado en la cinta de 2016. Resuelto uno de los grandes enigmas que mantenía en vela al devoto de aquella, el saber si esta continuación sería en realidad secuela o precuela, toca abordar su sinopsis intentando esquivar spoilers. Tarea nada sencilla teniendo en cuenta que, al igual que su predecesora, la película vive mucho del kamikaze plot twist y de mantener sus ases escondidos hasta el momento preciso.
Norman Nordstrom, aka The Blind Man, ha abandonado la casa que tantos quebraderos de cabeza les diera a cierto trío de ladrones. Pero no es lo único que ha cambiado en su vida. Alguien más, aparte de su fiel Rottweiler, le hace compañía. Una cría de once años llamada Phoenix, que vive bajo el férreo y exigente yugo de Norman creyendo ser su hija, le acompaña. Aunque para ella la casa, más que un hogar, que también lo es, es poco menos que un duro campamento militar.
Es entonces cuando unos misteriosos tipos entran en escena, con un objetivo tan claro como nada recomendable: asaltar la vivienda. Los suburbios de Detroit siguen siendo el indómito y peligroso nido de ratas de antaño, y la tan ansiada paz de nuestro veterano de guerra parece no llegar nunca. ¿Qué buscarán estos incautos ladrones?…
Replicando la fórmula, lo que no sus elementos
Bajo ese amago de premisa, que únicamente saca a flote la punta del inesperado iceberg que se le viene encima al espectador, da sus primeros pasos ‘No respires 2’. Una secuela ya completamente majareta que calca al milímetro la efectiva fórmula de su predecesora, tanto en mecanismos como en estilemas, lo que no los elementos de la misma. En ese aspecto tanto Rodo Sayagues como Fede Álvarez logran incluir impensados nuevos factores que incitan a la obra a penetrar en diferentes subgéneros dentro de ese esperado y gustoso thriller de terror que siguen construyendo.
El listón de ‘No respires’ estaba muy alto, prácticamente insuperable. Tanto ellos, como activos creadores, como nosotros, en nuestro pasivo papel de espectadores, creo que teníamos asumido eso. Así que todo aquel que empiece desde esa línea de meta, logrará encontrar en ‘No respires 2’ un buen y digno pasatiempo con aroma a serie B. Quien vaya esperando otra cosa, se la pegará contra el muro.
‘No respires 2’: A ciegas en lo narrativo
Otra gran virtud de ‘No respires 2’ es la de jugar a su antojo con el espectador en el aspecto narrativo. Fede Álvarez y Rodo Sayagues no se prodigan mucho en lo llamado información relativa a la ambientación del film. Tenemos una desconcertante primera escena, muy al estilo de su predecesora, y luego, tras un rótulo con el mensaje: ocho años después, nos metemos de bruces en una historia que nunca sabes si situar antes o después de lo narrado en la obra de 2016. Máxime cuando, de manera premeditada creo, lo narrado es tan andrógino que podría encajar en ambos marcos. Luego ya vas atando cabos, pero de primeras vas a ciegas, como nuestro protagonista, y es bastante gustoso. Y si a ello le sumamos los quiebros y requiebros, pues ya ni se imaginan.
Una ‘No respires 2’ tan sólida visual y escénicamente como la anterior entrega que va, en una fugaz edición de out of context spoilers, de la nipona ‘De tal padre, tal hijo’ (Hirokazu Koreeda, 2013) a ‘Crank (Alto voltaje)’ (Neveldine/Taylor, 2009), pasando por la serie de television ‘Breaking Bad’ y por ‘Jungla de cristal’ (John McTiernan, 1988). Una bendita e imprevisible locura a la que se le puede unir algún retal a lo ‘Saw’ (James Wan, 2004).
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