La última película protagonizada por el polifacético Bob Odenkirk, de título ‘Nadie’, no alberga trama. Por lo menos una digna de tal nombre. Renuncia a mirarse en el espejo de la realidad, siguiendo la estela de la saga ‘John Wick’ protagonizada por Keanu Reeves, para adentrarse sin complejos en los territorios del humor físico. Odenkirk da vida a un padre de familia con dos hijos. Su vida es la de un tipo de clase media un tanto angustiado por la rutina.
Hace tiempo que la chispa con su mujer pasó a mejor vida. Una noche su casa es asaltada por unos malhechores de tres al cuarto. La actitud del vástago mayor, que hace frente a los asaltantes, se contrapone a la suya, consistente en contemporizar con los mismos para intentar que la cosa no vaya a mayores. La adrenalina del joven ante la calma aportada por los años y la experiencia. El caso es que este proceder le reconcome por dentro, abriendo en canal efervescencias pasadas. Y las escaramuzas se abren camino.
Personajes estrafalarios
‘Nadie’ deviene en cine salvaje y visceral, acción desatada y efectista, con secundarios caracterizados a partir de elementos tarantinianos: el padre retirado en una residencia de ancianos (una gozada ver a Christopher Lloyd); el mafioso ruso; sus conmilitones. La cinta tiene su gracia, con el protagonista asumiendo que la propuesta pende de su desempeño. Odenkirk no defrauda y saca a relucir sus dotes de gran comediante.
Se hace llamar Don Nadie, y durante gran parte del metraje nos interrogamos acerca de su verdadero pasado e intenciones, tal y como ocurriera en ‘Salt’ con el personaje encarnado por Angelina Jolie. Típica propuesta con vocación de blockbuster, donde el juego de identidades sirve para apuntalar el suspense que no es capaz de dar la historia.
Sin excesivos calentamientos de cabeza, se pasa un rato agradable.
Nuestra valoración
