«Por una de tres razones: locura, maldad o culpa», responde al tercer grado del que es objeto uno de los protagonistas de ‘La ira de Dios’, último largometraje del argentino Sebastian Schindel producido por Netflix. En esos terrenos pedregosos, de gestión siempre compleja, jugando con calculada ambigüedad, se mueve este thriller psicológico de notable factura técnica, que sólo desfallece en su tercio final. Diego Peretti, Juan Minujín y Macarena Achaga conforman un triángulo marcado por esas decisiones, a priori intrascendentes, corriendo casi por inercia, que acaban desatando imprevisibles consecuencias.
Peretti es escritor de éxito y nombre pegadizo. Esos que garantizan un titular baldío. Achaga fue su asistenta. Pasaba a limpio sus escritos, cuidaba de su hija. Chica para todo. Una sucesión de enigmáticos fallecimientos en su entorno familiar, hará que se obsesione con la figura de su antiguo jefe, requiriendo la colaboración del personaje al que da vida Juan Minujín. Escritor frustrado reconvertido en periodista.
El trío protagonista sustenta el suspense de la película
‘La ira de Dios’ sostiene la intriga merced a una cuidada puesta en escena y al trabajo de los intérpretes. Destaca Diego Peretti (psiquiatra además de actor) dando a su personaje una quietud nerviosa, tirando de miradas enigmáticas y un habla monocorde y pausada, haciendo que la sugestión provocada por su proceder doblegue el estado emocional de sus interlocutores. En el juego de discernir entre lo circunstancial y lo intencionado, la cinta gana en interés.
Sebastián Schindel vuelve a demostrar que es un gran director de actores, exprimiendo al máximo sus capacidades, tal y como hiciera con Cecilia Roth, sometida a un dilema de gestión imposible en ‘Crímenes de familia’ (2020). O con Joaquín Furriel en ‘El patrón. Radiografía de un crimen’ (2014). Ambas propuestas también se pueden seguir en Netflix. Sólo en el último tramo, la incomodidad del planteamiento inicial comienza a perder nervio debido a un proceder que anuncia pronto el desenlace.
Nuestra valoración