En su acercamiento a la figura de Fahim Mohammad (Ahmed Assad) el director francés Pierre François Martin-Laval, acentúa en ‘Fahim’ la relación que mantuviera éste con Sylvain (Gérard Depardieu), un prestigioso preparador de ajedrez. Errático en las modulaciones que imprime a la narración, aporta una ración extra de melaza, confundiendo el carácter simpático de la cinta con la banalidad y lo insustancial.
La película arranca con padre e hijo cruzando la frontera que separa Bangladesh de la India. Su destino último es París. Allí esperan que el talento innato del niño para el milenario y universal juego, sirva de salvación para el resto de la familia. En la capital gala, la petición de asilo y la carrera ajedrecista del joven consumen tiempo e ilusiones, mientras sus inocentes miradas se dirigen hacia un gran maestro de conducta extraña y maneras taciturnas. Del que Martin-Laval efectúa una caracterización incongruente.
La película se hunde víctima de su levedad
‘Fahim’ pasa de puntillas por las vicisitudes que soportan los perseguidos y represaliados a cuenta de sus ideas políticas. Esa ausencia de profundidad impregna el periplo de los protagonistas en suelo occidental. Un relato de inmigrantes sin gancho, que picotea en una sucesión de lugares comunes sin explotar ninguno. El guon maneja unas premisas particularmente emotivas con tan poca gracia, que sólo llama a la puerta del aburrimiento.
Incluso las escenas que tienen al ajedrez como eje vertebrador, y en teoría las más propicias para elevar la tensión, se facturan desde el automatismo y la rutina. La consecuencia es una falta total de empatía hacia las vivencias de los personajes (ya sean principales o secundarios). Ni el experimentado Gérard Depardieu, ni el niño debutante que da vida a Fahim, logran aportar vigor a una cinta que ya a mitad de metraje languidece, víctima de su levedad argumental y a lo apocado de su carácter.
Nuestra valoración
Una respuesta a “Crítica de ‘Fahim’ (2019). Épica sin sustancia”