En ‘El padre’, cinta que aspira a pisar muy fuerte en la próxima temporada de premios que se nos avecina, el debutante Florian Zeller transforma el Alzheimer en una desnudada pesadilla lynchiana. Convirtiendo ese mal tan presente en nuestra sociedad, pero al mismo tiempo tan esquivado, en un crudo, inteligente e inmersivo viaje creado para destrozarte.
Una experiencia bastante única hasta ahora esta ‘El padre’. Obra en la que me debato entre lo que cuenta, durísimo y doloroso a partes iguales, y la manera que escoge el cineasta francés de contarlo, muy atinada y certera pero tan áspera y rugosa que obliga al espectador a que el único análisis correcto de la obra sea muy en frío. Un análisis que muchos evitarán, ya aviso.
Del teatro al cine
En el año 2012 Florian Zeller estrenaba en el Teatro Hébertot de París una obra de teatro titulada ‘Le père’. Se mantuvo en cartel hasta el año 2015, varios premios mediante. Casi diez años después Zeller debuta en el largometraje con la adaptación cinematográfica de dicho texto. Un viaje muy similar, eliminando de la ecuación la etiqueta de ópera prima, al que vivimos hace no mucho con la ‘Sentimental’ (2020) de Cesc gay.
‘El padre’ nos narra el difícil viaje en el que andan inmersos Anthony, un mordaz octogenario atacado indiscriminadamente por la demencia senil, y Anne, su hija. Una mujer de mediana edad superada claramente por la situación que no sabe cómo hacerle frente al problema.
Cambiando el punto de vista
Así da el pistoletazo de salida Florian Zeller a ‘El padre’. Una más que notable película en la que este, intentando y logrando marcar la diferencia con sus compinches en cuanto a temática, decide cambiar el punto de vista del espectador.
En condiciones normales hubiéramos visto las cosas desde el prisma de Anne, interpretada por una sólida y ya asentada Olivia Colman. Podría citar el ejemplo de la soberbia, aunque de cariz muy diferente, ‘El hijo de la novia’ (Juan José Campanella, 2001).
Pero el realizador francés rompe los esquemas colocándonos en la confusa y nublada mente de Anthony, interpretado por un excelso Anthony Hopkins que oposita a capturar todos los premios actorales que se le crucen por el camino. Un Hopkins para el que Florian Zeller escribió el papel, por cierto.
Un punto de vista que ya merodearon, por ejemplo, Richard Glatzer & Wash Westmoreland en la interesante aunque sensiblera, y de Oscar para su protagonista, ‘Siempre Alice’ (2014). O Alexander Payne en la pluscuamperfecta, cínica, y en blanco y negro ‘Nebraska’ (2013).
Aunque al final, en comparación con ‘El padre’, cualquier de ellas parece un juego de niños en lo que a perspectiva. Todas ellas parecen habitar camufladas bajo el llamado punto de vista del narrador omnisciente. Hasta la rotunda ‘Amor’ (2012) de Michael Haneke sale parcialmente derrotada.
Aunque al final hay algo de lo que adolece esta cinta de Florian Zeller en comparación con cualquiera de las mencionadas anteriormente: sentimiento.
‘El padre’ es una película fría, casi gélida. No hay cabida aquí para sentimentalismos, una carencia que acusa sobre todo el personaje de Anne. Lo que hace que en demasiados momentos Olivia Colman parezca un robot. Vale que el punto de vista de Anthony es engañoso, lo que esconde de alguna manera esa actitud robótica. Pero al final queda feo.
Va a ser cierto que no se puede tener todo, supongo. Para incluir fuertemente un factor clave y diferencial, hay que prescindir de otro. Y viceversa.
Una pesadilla a lo David Lynch
Florian Zeller orquesta su debut en el largo como una suerte de atmosférica y claustrofóbica pesadilla a lo David Lynch, solo que desnudada de todas esas florituras y licencias que acompañan siempre al cine de este.
‘El padre’ guarda más similitudes, en esquema y desarrollo, con obras como ‘Mulholland Drive’ (2001) que con cualquier otro drama sobre la vejez. Casi tres actos de desconcierto total y absoluto culminados con una recta final que pone los puntos sobre la íes.
Obviamente a una historia como la que nos narra aquí Zeller el desconcierto le perjudica y le beneficia en igual medida. Según espectadores. Por eso ese análisis en frío del que hablaba antes.
Nuestra valoración