Hay lugares en la Europa de nuestro tiempo donde la iglesia católica no es una confesión más. Forma parte de cierto mito fundacional de la nación. Una institución asentada en la propia burocracia estatal, cuya influencia y rayo de acción no conoce barreras. Ubicua en la esfera pública y en el ámbito de lo privado, es difícil discernir dónde empieza uno y acaba el otro. La República de Irlanda tras su independencia del Reino Unido, y España durante el franquismo, fueron ejemplos de ello. Ahora le toca el turno a los países del este (el pasado soviético aún se siente demasiado cercano). En uno de ellos, Polonia, se sitúa la historia de la magnífica ‘Corpus Christi’. Dirigida por Jan Komasa, fue candidata al Oscar como mejor film internacional.
Un joven sale del reformatorio
La cinta arranca en un reformatorio, si no regentado, por lo menos con notoria presencia sacerdotal. Se siente su autoridad. Daniel (Bartosz Bielenia) es un interno que va a salir en semilibertad. Su deseo es entrar en el seminario. Anhelo cortado en seco por un cura que le espeta: «ya te he dicho que nunca aceptarán a un exconvicto como tú». Lapidaria frase que muestra la distancia sideral existente entre la prédica y lo fáctico. Ahí radica el nudo gordiano de la película, que Komasa moldea con maneras fascinantes.
El destino de este veinteañero se dirige pues hacia un aserradero asentado en una zona rural. Allí las circunstancias, o la providencia, le brindan la posibilidad de hacerse pasar por sacerdote. Komasa esboza un engaño que no apela a lo material, está sujeto a lo emocional. A las ganas de este joven de sentirse tolerado, querido. Huyendo de un pasado conflictivo, busca encontrarse consigo mismo en un entorno donde el alzacuellos aporta un plus de respetabilidad.
‘Corpus Christi’ narra con valentía y sutileza cómo un impostor va socavando el orden de cosas establecido. Rompe cadenas y ataduras que amenazan la convivencia en un pequeño pueblo conmocionado por la tragedia. Y lo que resulta más llamativo es que tampoco hace nada del otro mundo para conseguirlo: escuchar, reflexionar, poner algo de sentido común y trato humano, despojándose de recelos.
Resistencia a cambiar las cosas
El protagonista encontrará resistencias. Actitudes reacias a un proceder que entienden ajeno. Y la mayoría de habitantes, con su alcalde a la cabeza, intentarán que el nuevo párroco vuelva al redil, al consenso imperante del que su antecesor hacía gala. Pareciera pues que la masa no busca un pastor que les guíe espiritualmente, más bien desean uno que venga a dar legitimidad a sus propias creencias, apuntalando comportamientos basados en el prejuicio.
Komasa hace una crítica muy dura hacia determinado tipo de clero. Lo muestra rancio, caduco, inflexible. Se apoya en un descomunal Bartosz Bielena. Soberbio durante todo el metraje, aporta crédito a un personaje complejo, de múltiples aristas. Dejando un mensaje agridulce, ‘Corpus Christi’ zarandea ese poder en la sombra que, poco dado al cambio, complica la existencia de muchos.
Nuestra valoración