Catorce años después de la soberbia y rabiosa ‘Los renegados del diablo’ (2005), y dieciséis de la no menos excelente y lúdica ‘La casa de los 1000 cadáveres’ (2003), Rob Zombie retorna a los personajes que le dieron notoriedad en ‘3 from hell’. Film con el que completa el virulento ritual de la familia Firefly por alcanzar, al fin, ese infierno que continuamente les es negado. Y lo hace con una tercera entrega que, si bien ni atina tanto, ni transgrede, ni sorprende como antaño sí lo hicieron las anteriormente citadas, sí al menos encañona a quema ropa al devoto.
Desde Sitges con tequila, limón y sal
‘3 from hell’ ha sido una de las bendecidas con derecho a abrir la cincuenta y dos edición del festival de Sitges. Único emplazamiento que, seguramente, nos permita ver lo último de Rob Zombie en pantalla grande.
Tras el potente e insuperable final de obra vivido en ‘Los renegados del diablo’, Otis, Baby y Spaulding acaban dando de bruces con sus huesos en prisión. Pero ninguna celda se antoja lo suficientemente resistente como para retenerlos. Un nuevo miembro de la familia Firefly aguarda el momento justo para dar el golpe, e iniciar así una nueva e imprevisible huida.
En esa sinopsis Rob Zombie encierra dos películas diferentes. Por una parte tenemos un cínico drama judicial, con todos los prolegómenos a la huida de los Firefly; y por otro lado tenemos la huida propiamente dicha, de claro aroma a western fronterizo. Dos subgéneros que se prestan de maravillas a servir como sana evolución para el producto, emulando lo que ya hiciera el cineasta de Massachusetts en ‘Los renegados del diablo’ respecto de ‘La casa de los 1000 cadáveres’. Valiente paso adelante del terror más festivo al thriller más adulto que aupó la cinta de 2005, y al propio director. Pero en ‘3 from hell’ Rob Zombie no acaba de sentar base con ninguno de esos dos estilos, haciendo que la película sea todo y nada al mismo tiempo. Enfatizar bien en uno, sin por ello renunciar al otro, habría sido la clave para una nueva ración de apetitosa evolución. Pero con las ganas nos quedamos.
La fiebre de Rob por el revival
En ‘3 from hell’ Rob Zombie prosigue esa fiebre por el revival a su propia filmografía que ya vivió en su último trabajo, ’31’ (2016).
Ahora, el objeto de homenaje no es otro que la propia ‘Los renegados del diablo’, derivando en escenas que son prácticamente calcos de aquella. Fruto de ese revisitar lo ya hecho surge el poso ese a “más de lo mismo” que deja ‘3 from hell’. Una sensación que el detractor usará como espada y el defensor como escudo.
Defectos en la forma
Las casi dos horas de duración de ‘3 from hell’ se me antojan no del todo bien aprovechadas por Rob Zombie. Que con ello no digo que sean innecesarias, la película en ningún momento aburre.
La parte que sale más escaldada es el tercer acto, muy apresurado y girando entorno a un pegote argumental como es el del personaje de Emilio Rivera. A Rob Zombie se le da estupendamente la creación de villanos, y queda muy en evidencia cuando cae en uno que no está a la altura. El de ‘3 from hell’ no lo está, y hace que te quedes con mal sabor de boca. Y más aún cuando había un antagonista fácil y evidente: la policía.
Visualmente se nota mucho que Rob Zombie controla más los espacios cerrados que los abiertos. A lo largo de su filmografía lucen muchísimo sus obras que transcurren en interiores, con un diseño de producción muy detallista y cuidado. Pero justo cuando los exteriores entran en liza, el bueno de Rob flojea. En ‘Los renegados del diablo’ no resaltó esto demasiado porque quizás no había mucho de donde tirar, pero en ‘3 from hell’ queda más en evidencia. El México más mortuorio da para mucho más, y no nos escudemos en el limitado presupuesto porque el realizador, con menos presupuesto, ha entregado auténticas joyas visuales. Ese descenso escénico le resta encanto al film.
La fiesta de Otis & Baby
Con la obligada y dolorosa semi ausencia de Sid Haig, ‘3 from hell’ acaba resultando un vehículo para el lucimiento de Bill Moseley y Sheri Moon Zombie. El primero con sus geniales líneas de guión, y la segunda con su histrionismo más desatado. El pobre de Richard Brake poco ha podido hacer, y es que le ha tocado bailar con la más fea, que diría mi abuela.
En el fondo ‘3 from hell’ vive del carisma de sus protagonistas, son ya iconos dentro del género y lo demuestran estando muy por encima de la propia cinta. Obra que es, claramente, el eslabón más débil dentro de la trilogía. Cosa presumible por el devoto, la verdad sea dicha; pero en ningún momento débil significa malo.
‘3 from hell’ es lo que el devoto quería, y llevaba años exigiendo. Y ahí lo tiene.