Repaso a la saga ‘Terminator’: viaje en el tiempo a espaldas de Skynet y sin T-800

El pasado 26 de octubre se cumplieron treinta y seis años del estreno de ‘Terminator’. Por ello hemos decidido sumergirnos, y sumergirles, en un viaje en el tiempo a espaldas de Skynet y sin T-800 que nos salvaguarde. Nuestra misión: repasar la saga y honrar esa joyita del fantástico obrada por James Cameron en 1984.

Casi cuatro décadas ya desde que un imperturbable e indestructible T-800 modelo 1.0.1, interpretado por Arnold Schwarzenegger, fuera enviado por Skynet desde el año 2029 a la Los Ángeles de 1984. Su objetivo: acabar con Sarah Connor. Madre de John Connor. El, por aquel entonces, aún nonato futuro líder de la resistencia humana en su eterna lucha contra esas máquinas que controlan el planeta con mano de hierro.

Una genial obra, ya hoy convertida en clásico del séptimo arte, mediante la que un todavía imberbe, aunque ya visionario James Cameron, profetizaría esa paranoia digital que asola este siglo XXI. Al tiempo que se le empezaban a abrir las puertas de Hollywood.

En Rock and Films, para no ser menos, hemos decidido acudir bien trajeaditos y perfumados a la fiesta de cumpleaños de uno de los cyborgs más famosos de la gran pantalla. Y por descontado que hemos llevado regalo: un desmesurado, gozoso y completo análisis de todas y cada una de las seis películas que, a día de hoy, forman parte de la saga Terminator.

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Los orígenes de ‘Terminator’

Nuestra epopeya robótica no comienza en 1984, año en que llegaba a las salas norteamericanas ‘Terminator’. Para profundizar como es debido en los orígenes del cyborg tenemos que remontarnos tres años atrás. Casi como si fuésemos un modelo de Skynet en plena misión.

En 1981 llegaba a las carteleras ‘Piraña II (Los vampiros del mar)’. Secuela del clásico de Joe Dante que dirigió, o no, según se mire, James Cameron. En verdad este fue despedido a las dos semanas y media de iniciarse el rodaje por Ovidio G. Assonitis. Un productor de armas tomar que acabaría haciendo y deshaciendo a su antojo con dicha secuela.

Durante la posproducción de ‘Piraña II (Los vampiros del mar)’, que tenía lugar en Roma, James Cameron viajó a la capital italiana, por su cuenta y riesgo, para descubrir de primera mano qué había sucedido con todo el material que él rodo del film. El ego de Cameron por aquel entonces quizás no pudiera compararse con el del tal Assonitis, pero queda patente que ya lo había. Y también mucho amor propio, por supuesto.

Durante su estancia en Roma a James Cameron le tocó intemperie y día de lluvias copiosas. Lo que desembocó en un principio de proceso febril. Todo ello, unido al estrés y a la  precaria situación que vivía el realizador, habiendo gastado el poco dinero que le quedaba en un caprichoso viaje de incierto destino, le llevaron directo a una noche de sueño inquieto con principio de pesadillas. En una de ellas el propio Cameron era acosado por un incansable endoesqueleto que salía de una bola de fuego y lo perseguía para matarlo. Al despertar este dibujó lo que había soñado, dándose cuenta de que ahí residía la semilla de algo muy grande.

Gale Anne Hurd, la segundo de a bordo de Cameron

Toda vez estuvo un primer amago de guion finalizado, comenzó el arduo proceso de James Cameron por encontrarle financiación a esa locura. Tras recibir no pocas negativas, el realizador encontró en la figura de Gale Anne Hurd, quien más adelante se convertiría en su primera esposa, a la primera persona que creyó firmemente en el proyecto.

Como prueba de fe en ella, Cameron le cedió todos los derechos del guion por tan solo un dólar. Una temeraria decisión que llevó a que el cineasta no viese, al menos de manera directa, ni uno solo de los miles de dólares que amasaría ‘Terminator’ tras su lanzamiento en cines y, sobre todo, tras su apoteósica llegada al por aquel entonces en auge mercado del VHS.

Como habrán de imaginar Gale Anne Hurd encontró financiación para el proyecto. No mucha, pero la encontró. De hecho, para ahorrar costes, entre otras cosas, gran parte de las escenas en exteriores de la película se rodaron sin tener los pertinentes premisos de rodaje. Lo que les llevó en una ocasión a ser cazados por la policía. Su argucia: argumentar que estaban grabando un trabajo para la universidad.

Arnold Schwarzenegger, el rostro de ‘Terminator’

Otro elemento hoy ya inseparable de la saga Terminator es el actor Arnold Schwarzenegger. Su imperturbable rostro, siempre con unas buenas gafas de sol, por descontado, es ya el rostro inconfundible del T-800. No acepten imitaciones. Pero en los orígenes del proyecto el bueno de Arnie no las tuvo todas consigo para hacerse con el papel.

En su momento no le hizo nada, pero nada de gracia a James Cameron que los productores le impusieran al actor austriaco. Este quería a Lance Henriksen, gran amigo ya desde los tiempos de ‘Piraña II (Los vampiros del mar)’, pero la idea no cuajó entre los que ponían la pasta. Al final un Arnold Schwarzenegger hiper motivado con el proyecto que, de primeras, opositaba para el papel de Kyle Reese, el héroe que envía la resistencia para salvar a Sarah Connor; acabaría haciéndose con el papel del cyborg asesino. Una decisión que no gustó mucho a los agentes de un interprete que, por aquel entonces llegaba a Hollywood para ser el bueno de la función, no el villano.

Pero ya ven, hoy en día es imposible apartar la cara de Arnie de la del T-800. Siendo esta, muy probablemente, una de las mejores interpretaciones del actor.

‘Terminator’ (1984)

¿Qué más añadir sobre una película que, por si no ha quedado claro, veneramos?…

Aún con sus más que obvias limitaciones, y perdurando siempre bajo la alargada e indeseable sombra de ese hermano de Zumosol llamado ‘Terminator 2 (El juicio final)’ (1991), que llegaría siete años más tarde, ‘Terminator’ sigue siendo la clara y evidente medalla de oro dentro de la saga. Y una delicia para el paladar.

Una obra que, para los restos, ha quedado enclavada en la sci-fi de acción. Pero que, originariamente, fue concebida por James Cameron como un film de terror. Y para muestra dos botones: ese aroma a slasher puro y duro que emana la cinta durante sus noventa minutos largos de metraje, y esa Sarah Connor con la bandera al viento de final girl.

¿Cosas que aún no hemos reivindicado de ‘Terminator’? Muchas. Los increíbles maquillajes de ese genio de los efectos especiales llamado Stan Winston. La característica e icónica banda sonora de Brad Fiedel. El cardado de Linda Hamilton. O la mirada intensa y el porte siempre afligido de Michael Biehn.

‘Terminator 2 (El juicio final)’ (1991)

El hermano de Zumosol ese del que antes hablábamos. Un hermano más grande y cachas que ‘Terminator’, eso es indudable, pero no mejor. Una secuela con más presupuesto y menos limitaciones, lo que no le evita tener que hincar la rodilla ante la obra de 1984.

En ‘Terminator 2 (El juicio final)’ nos topamos con un James Cameron más maduro. Hizo dos películas entre la anterior entrega y esta, ‘Aliens, el regreso’ (1986) y ‘Abyss’ (1989). Sintiéndose capaz por ello de llevar a cabo todas esas cosas que, por limitaciones presupuestarias, nunca pudo hacer en su predecesora. Por ello es de recibo considerar este film más como un remake a lo grande que como una secuela propiamente dicha.

En esta segunda entrega Cameron madura, sí; pero madurar no siempre trae cosas buenas.

‘Terminator 2 (El juicio final)’ es, muy posiblemente, la primera cinta de su filmografía en la que el cineasta merodearía los bordes de ese blockbuster familiar que tanto le gusta. Algo que estropea un poco la experiencia T-2. Pero aun así la cinta mola. Aun con un James Cameron obcecado en ponerse continuamente la zancadilla a sí mismo con, por ejemplo: un metraje excesivo derivado, en parte, de recrearse en bochornosos momentos pseudo familiares de los Connor con el T-800 de Arnie; o la ausencia del T-1000, el gran hallazgo del film, durante más de media hora de metraje.

Y es que el T-1000 de Robert Patrick bien vale una tarjeta de esas de «quedas libre de la cárcel», James Cameron. Y ese final del personaje, con los efectos de Stan Winston evocando más que nunca a los suyos propios de ‘La cosa’ (John Carpenter, 1982), ya ni os imagináis lo que vale.

Una ‘Terminator 2 (El juicio final)’ que nos demostró que Sarah Connor siempre fue la alumna aventajada de la teniente Ripley.

‘Terminator 3 (La rebelión de las máquinas)’ (2003)

Esta tercera entrega de la saga, primera sin James Cameron, nunca mereció todos los palos que se llevó en su momento. Hubieron de llegar un buen numero de secuelas entre indignas y decepcionantes para que ‘Terminator 3 (La rebelión de las máquinas)’ alcanzará ese estatus que realmente merece dentro de la saga.

Lo que por supuesto no habla mal de la cinta, habla mal de vosotros.

Por descontado que este tercer episodio, con Jonathan Mostow en la dirección, no está a la altura de ‘Terminator’ o ‘Terminator 2 (El juicio final)’. Pero es que queda patente que ese tampoco era el objetivo.

El fin máximo de ‘Terminator 3 (La rebelión de las máquinas)’ como secuela, y más aún como una dentro de un saga acostumbrada a traer material nuevo cada década, más o menos; no era superar o igualar el listón establecido por Cameron. Su cometido era hacer que toda una generación que seguramente no sabía lo que era un T-800 se interesara por descubrir la saga, y que todos ellos quisieran más ración de ese plato. Y se consiguió.

No solo James Cameron se bajó del barco en ‘Terminator 3 (La rebelión de las máquinas)’, Linda Hamilton también decidió dejar su pasaje para otro. Por ello quedó Arnold Schwarzenegger como capitán.

En esta ocasión el cyborg antagonista del T-800 de Arnie no fue un hombre, sino una mujer. Una decisión que enfadó a la sociedad de la época, y que calentó aún más a un fandom ya tocado por las ausencias antes mencionadas. Pero mediante  esa elección de casting se demostró que ‘Terminator 3 (La rebelión de las máquinas)’ era una película adelantada a su tiempo.

Ahora todo el mundo ansía que 007 sea una mujer, por ejemplo. Pero en pleno año 2003 pensarlo siquiera ya era poco menos que un sacrilegio. Los productores de esta secuela se atrevieron a llevar adelante ese atrevido y necesario movimiento con una de las sagas más icónicas del séptimo arte, y la irá del pueblo cayó sobre ellos.

Por fortuna la sociedad ha evolucionado, o eso queremos creer, y eliminando ese factor de la ecuación para condenar al ostracismo ‘Terminator 3 (La rebelión de las máquinas)’, dicha ecuación queda obsoleta e inútil.

La T-X de Kristanna Loken, Terminatrix acuñó aquella carca sociedad, en claro tono de mofa; fue la gran novedad de un film bastante conservador en todo lo demás, aunque tremendamente efectivo.

Claire Danes cogió el testigo de Linda Hamilton, y un actor sin carisma del que ya nadie se acuerda el de Edward Furlong como John Connor.

El humor que incluyó James Cameron en ‘Terminator 2 (El juicio final)’ también se bajó del barco, por fortuna, para componer una entrega tan simple y esquemática como directa y eficaz. Y con brutales set-pieces de efectos prácticos, la escena de la grúa, que harían las delicias del mismísimo Christopher Nolan.

‘Terminator (Salvation)’ (2009)

Por primera y última vez en la saga sin Arnold Schwarzenegger, metido por entonces en arenas políticas, y de la mano de John Brancato & Michael Ferris, guionistas también de ‘Terminator 3 (La rebelión de las máquinas)’, lo que demuestra que había una relativa continuidad entre el anterior film y este, nos llegó ‘Terminator (Salvation)’. La ‘Prometheus’ (Ridley Scott, 2012) de la saga Terminator.

Una osada comparación que atiende a dos motivos fundamentales: su condición de precuela de la obra original, y su capacidad para huir en gran medida del esquema clásico de la saga hasta ese momento.

Por supuesto el odio y la incomprensión generalizada volvió a ser la única respuesta de un fandom mayoritario ya demasiado cubierto de telarañas. Clara antesala de una oleada de fieles de la saga pidiendo perdón hoy en día por tan retrograda y desatinada actitud, otra característica que une a ‘Terminator (Salvation)’ y ‘Prometheus’.

Y es que una película que, unido a lo anterior, es capaz incluso de fantasear con la idea de que el apocalipsis causado por Skynet es la semilla que desembocaría en el apocalipsis presentado por George Miller en la saga Mad Max, hace que adoremos más aún si cabe esta cuarta entrega.

Además de a Christian Bale dejando en el perchero la capa de Batman para coger el fusil de John Connor, ‘Terminator (Salvation)’ tiene muchas más pequeñas cositas a las que aferrarse. Un Bale que, por supuesto, se llevaría consigo ese tono oscuro y dramático impostado tan de moda por aquel entonces. Algo que nunca ha sido santo de nuestra devoción y que es, a la postre, lo que más perjudica al film.

Cine de aventuras y bélico abrazándose. Una digna recuperación del factor horror. Terminators siendo cazados por humanos. Terminators gigantes. Michael Ironside como capo de la resistencia…

En fin, no desatinamos al calificar este cuarto episodio de la saga Terminator, dirigido por un McG que, aún hoy, no ha superado aquella etapa; como la mejor secuela de la saga. Excluyendo por supuesto la obrada por James Cameron en 1991.

Lo que convierte a ‘Terminator (Salvation)’, sí, en clara medalla de bronce de la franquicia.

‘Terminator (Génesis)’ (2015)

Dedicarle un mísero párrafo a esa aberración de la naturaleza llamada ‘Terminator (Génesis)’ en un texto que, supuestamente, vanagloria la creación original de James Cameron, ya nos parece poco menos que digno de pilón. Pero en fin, qué se le va a hacer.

‘Terminator (Génesis)’ es la ‘Scary movie’ (Keenen Ivory Wayans, 2000) de la saga Terminator. Un engendro demoniaco que, más que homenajear a lo obrado por Cameron, parecía cachondearse en su cara de ello. Una profanación a la que aún no entendemos cómo pudo prestarse Arnold Schwarzenegger. O nunca leyó el guion, o es incomprensible.

Esta quinta entrega de la saga se orquesta como raro medley entre remake y reboot. Si ni sus artífices tenían claro lo que estaban haciendo, lo llevamos claro.

Durante su primera media hora de metraje la obra se dedica a transitar, casi en tono de vulgar parodia, por lo más icónico de ‘Terminator’ y ‘Terminator 2 (El juicio final)’. Mofándose de ello.

Nos molestó lo suyo que ‘Terminator 3 (La rebelión de las máquinas)’ no fuera invitada a la fiesta. Aunque luego, bien pensado, se libró del escarnio.

Una vez dado carpetazo a eso, ‘Terminator (Génesis)’ se dedica a meter con calzador el concepto de los universos paralelos en una historia que, a la hora de metraje, al espectador ya le empezará a dar igual. Todo ello convirtiendo a un John Connor mezcla de humano y cyborg, interpretado por Jason Clarke, en villano de la función. Y mientras, la «madre de dragones», Emilia Clarke pavoneándose poniendo su ya patentada sonrisa Profident.

También pulula por ahí un J.K. Simmons más perdido que un pulpo en un garaje. Otro que tampoco debió leer el guion.

Si ‘Terminator (Génesis)’ la hubiera dirigido un Michael Bay o un Roland Emmerich, directores acostumbrados al blockbuster autoparódico y excesivo, aún hubiera tenido esto algo de gracia y razón de ser. Pero entre el tuercebotas sin personalidad de Alan Taylor y sus enrevesados guionistas, acaban montando un pastiche inaguantable que, por no tener, no tiene ni sentido del espectáculo.

Y por cierto. Si dentro de, pongamos diez años, aparecemos por aquí pretendiendo reivindicar ‘Terminator (Génesis)’, sepan que no somos nosotros. Nos habrán hackeado ya definitivamente los japoneses o algo por el estilo, pero nosotros no somos.

‘Terminator (Destino oscuro)’ (2019)

‘Terminator (Destino oscuro)’ es la última parada por ahora en nuestro repaso a la saga Terminator. Un film que supuso el ansiado retorno de James Cameron y Linda Hamilton. Sumándose la producción a esa corriente de secuelas que, además de recuperar elementos clave de las obras originales ya extintos, borraba de un plumazo todo lo que no oliese a masa madre. Vamos, eso que patentara Jason Blum con la saga ‘La noche de Halloween’ justo un año antes. Aunque aquí el experimento les salió rana. Sobre todo a nivel de taquilla.

En honor a la verdad hay que admitir que ‘Terminator (Destino oscuro)’, ambientada justo después de ‘Terminator 2 (El juicio final)’, no es una mala secuela. Tanto como hay que reconocer que vive de resucitar ideas que una década antes ya explotaran, siendo vilipendiadas por ello por el fandom más tóxico, ‘Terminator 3 (La rebelión de las máquinas)’ y ‘Terminator (Salvation)’.

El humano mejorado interpretado por Mackenzie Davis no deja de ser una variante de lo ya ofrecido por Sam Worthington en el cuarto film de la saga. Y su condición de cyborg femenino ya se vio en la tercera entrega.

‘Terminator (Destino oscuro)’ es, además, un entrega de poderosa carga feminista y muy anti Donald Trump. La Sarah Connor de esa realidad alternativa que nos presentan el film de Tim Miller es mexicana. Y no va a dar a luz al héroe que salvará a la humanidad, ella es la heroína que lo hará.

Aparcando todo ese fondo de armario, el gran lastre de ‘Terminator (Destino oscuro)’ es el hecho de que todas sus set-pieces de acción, y muchas de sus ideas argumentales, parecen retales de otros blockbusters recientes y no tan recientes. Un poco de la saga Fast & Furious, otro poco del Marvel Cinematic Universe, alguna idea suelta por ahí a lo X-Men y su Lobezno

En fin, un cúmulo de cosas que hacen que esta sexta película de la saga Terminator resulte poco original.

Por no hablar de cuando la cinta se pone a recuperar greatest hits de las obras primigenias. El Rev-9 de Gabriel Luna se establece como villano de la función, evocando como el que más al T-1000 de Robert Patrick de ‘Terminator 2 (El juicio final)’.

Aunque al final ver juntos de nuevo a Sarah Connor y al T-800 de Arnie, a modo además de extraña mezcla entre pareja de buddy movie y matrimoniada, bien vale un salvoconducto para una ‘Terminator (Destino oscuro’ que se antoja como guinda final del pastel.

Aunque ya saben lo que siempre repetía nuestro venerado T-800: I´LL BE BACK!!!!

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